El jueves 10 de marzo fue el último día laboral de la doctora Ana Carboné después de 30 años trabajando en la Unidad de Oncohematología Pediátrica del Hospital Infantil Miguel Servet de Zaragoza. Una profesional que ha atendido a cientos de nuestros hijos, siempre con una cercanía y un cariño especiales, y a la que estaremos eternamente agradecidos.

La doctora Ana Carboné
La doctora Ana Carboné, en las consultas de Oncopediatría recién reformadas por Aspanoa. Foto: Asier Alkorta.

Con su jubilación y la de la doctora Carlota Calvo hace dos meses, se cierra de alguna manera un ciclo. Ambas, Carlota y Ana, han sido los rostros visibles y las grandes protagonistas de que la Oncopediatría aragonesa sea lo que es hoy. De ahí que Aspanoa las homenajeara en el último Día Internacional del Niño con Cáncer. De todos nosotros, profesionales y familias, depende que este nuevo ciclo siga siendo igual de fructífero.

Como otro pequeño agradecimiento, hemos querido entrevistar a la doctora Ana Carboné, para conocer cómo han sido estos 30 años y que nos cuente qué va a hacer a partir de ahora. Gracias por todo, Ana.

– ¿Cómo llegaste a Oncopediatría?
– Realmente me la encontré, no fue una decisión buscada. Pediatra sí que soy por vocación y el MIR lo hice en el Servet entre 1980 y 1984. De hecho, fui residente del doctor Pisón (el creador de la Unidad de Oncopediatría y uno de los fundadores de Aspanoa). Pero mi experiencia en cáncer infantil acababa allí, fueron solo unos meses. Después trabajé encantada durante casi 6 años en Atención primaria, pero a mí me gustaba más el hospital. Surgió en aquel momento la necesidad de cubrir una segunda plaza en Oncopediatría del Servet y vine aquí. Pero, claro, era consciente de que necesitaba formarme en un hospital más grande, por lo que estuve unos meses en el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona y, mientras, Carlota se quedó aquí sola, aguantando carros y carretas. En 1992 ya me incorporé y desde entonces aquí he estado 30 años.


– Tienes tres hijos. ¿Te ha resultado muy difícil conciliar?
– Sobre todo, cuando los niños eran pequeños. Por ejemplo, mi época de formación en Vall d’Hebron fue un ir y venir porque solo estaba en Zaragoza durante los fines de semana. Como madre, habitualmente te tienes que multiplicar. Pero bueno, esto es algo que le ha ocurrido a muchas compañeras. Hay épocas de tu vida que estás muy condicionada porque debes estar muy pendiente de ellos, aunque tengas ayuda. Y, claro, todo eso tienes que conciliarlo con tu trabajo y el tener tiempo para seguir estudiando y formándote para dar la mejor atención posible a los pacientes. Son años complicados. Pero luego te das cuenta de que querer es poder.

– ¿Fue muy dura la adaptación a Oncopediatría?
– Es verdad que al principio me dio mucho miedo. Sufro mucho con el sufrimiento de los demás. Es algo a lo que nunca te acostumbras. Tener que dar malas noticias me produce muchísimo dolor y los primeros años incluso lo exteriorizaba. Había veces que me tenía que salir de la consulta porque me ponía a llorar. Es muy difícil porque cambias la vida de las personas con apenas dos palabras. Pero, poco a poco, fui llevándolo algo mejor. Porque cuando ves curados a niños que estaban en un determinado momento muy malitos, todo el sufrimiento, todos los malos ratos que has pasado, compensan. Entonces empiezas a pensar que realmente el trabajo que haces merece la pena.

La doctora Ana Carboné
La doctora Ana Carboné (tercera por la derecha) en una foto de noviembre de 2006.

– Siempre se dice que en la carrera no os enseñan a comunicar malas noticias.
– Es que eso no viene en los libros y solo te lo da la práctica. Vas aprendiendo a informar dando esperanzas, ofreciendo la información de forma gradual y resaltando lo positivo porque sabes que muchos de estos niños van a ir bien y se curarán. Aunque, obviamente, el tratamiento es largo y no exento de complicaciones en muchos momentos.


– ¿Cómo has gestionado todo ese estrés en tu día a día?
– Los mecanismos de gestionar lo que te llevas a casa los vas aprendiendo con el tiempo. Tienes que darte cuenta de que esto es trabajo y que, afortunadamente, a la mayoría de las familias no les ocurre esto. Que de puertas para afuera existe otra realidad. Pero todo esto es muy fácil decirlo y, aunque vas aprendiendo con la experiencia, a mí me ha resultado imposible no llevarme a los pacientes a casa.

– Nos sorprendió a todos que lo primero que hicisteis en el homenaje del Día Internacional fue pedir perdón.
– Sí… Es que, a ver, tú vas al Hospital tranquilo pensando que te van a decir que tu hijo tiene alguna enfermedad común y de fácil curación y, de repente, te dicen que no, que tu hijo tiene un cáncer. Tienes una sensación como de cuervo, de verdugo, que es horrible. De ahí lo del perdón. Porque te gustaría ser siempre portadora de buenas noticias, pero a veces no puedes porque hay tumores o patologías cuya supervivencia aún estamos lejos de poder mejorar. Por eso somos muy insistentes en repetir: “Investigación, investigación, investigación».

– La supervivencia ha mejorado muchísimo en estas tres décadas.
– Sí, ha mejorado considerablemente y se está avanzando muchísimo. En la última década hemos pasado de una supervivencia de 75% al 81% a los 5 años del diagnóstico. Antes la investigación en pediatría iba a la zaga de la investigación en adultos y ahora eso no es así. Hay grupos que estudian nuevas drogas y tratamientos dirigidos a tumores que se presentan casi exclusivamente en edad pediátrica y adolescencia. Por eso es muy importante que participemos en estudios multicéntricos y ensayos internacionales, como estamos haciendo ahora, porque solo con la investigación conseguiremos avanzar. Sería ideal poder seguir el modelo de algunos hospitales europeos, en los que hay médicos residentes, médicos adjuntos que realizan principalmente labor asistencial y además médicos consultores, teniendo también tiempo para investigar. Pero en una Unidad como la nuestra, donde tienes muchísima asistencia que te ocupa casi todo el día, a veces no es posible porque somos pocos. La Unidad debería tener al menos cinco médicos por el número de pacientes que se atienden y más ahora con el pico de nuevos casos que tuvimos el año pasado, que está por ver si es un pico puntual o se mantiene.


– Sí, lo cierto es que llevamos unos meses duros, con muchísimos niños nuevos.
– La Unidad necesita estar más dotada, no solo de espacio -que poco a poco lo vamos consiguiendo-, sino sobre todo de personal en todos los sentidos, porque la atención a estos niños es multidisciplinar. En el caso de los médicos y al igual que en otras subespecialidades, los pediatras dedicados a la Oncohematología precisan de una formación y experiencia concretas. Yo me quería jubilar cuando supiera que íbamos a dejar a los pacientes con profesionales adecuados. Y en este momento se da esa situación porque la bolsa de empleo está perfilada y quien venga estará especializado. Así que me voy contenta porque la Unidad se queda en muy buenas manos.

La doctora Ana Carboné
La doctora Ana Carboné, en el homenaje de Aspanoa en el Día Internacional del Niño con Cáncer. Foto: Tino Gil

– ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Cómo afrontas tu jubilación?
– (Se ríe). No lo sé. ¿Voy a encontrar cierto vacío? Seguro que sí. Pero, por otro lado, sí que es verdad que voy a agradecer mucho quitarme de encima ese estrés de llevar a los pacientes en la cabeza o de tener que dar malas noticias a las familias. A mí me encanta la vida. Me gustan los seres vivos en toda su amplitud: las personas, los animales, las plantas, los árboles. Me encanta el aire libre, el campo, el mar… También me gusta el arte y mil cosas más. No me aburro nunca. Me he perdido muchas cosas por estar dentro de un hospital y por dedicarle tantas horas, guardias incluidas. Así que, mientras tenga una salud decente, me dedicaré a hacer otras muchas cosas. He tenido muchos hobbies que en su momento tuve que dejar por falta de tiempo. Lo que no voy a hacer es llenar mi vida de obligaciones ni de tonterías. No me voy a poner retos personales ni cosas de esas.

– ¿Qué ha significado Aspanoa para ti?
– Mucho. La verdad es que durante todos estos años hemos trabajado en paralelo. Aunque nuestra labor sea distinta, nos tenemos que apoyar obligadamente porque ambos buscamos lo mismo: que el paciente esté lo mejor posible, curarlo, que tenga pocas secuelas, integrarlo bien en la sociedad y que durante el tratamiento tanto él como su familia estén apoyados. Ahí es donde Aspanoa hace una labor fundamental porque el entorno del paciente lo cubre maravillosamente. Y desde luego, cuando hemos estado con escasez de medios, siempre os hemos tenido a nuestro lado. A veces hasta nos ha dado apuro solicitar vuestra ayuda, porque bastante hacéis para arropar a los padres y hacer más confortable la estancia de los niños. Pero para nosotros ha sido muy importante no solo las mejoras que habéis hecho en infraestructuras en el Hospital, sino sobre todo apoyar los proyectos de investigación y becas o contratar a profesionales sanitarios. Y el homenaje que nos hicisteis el otro día fue precioso. Estaré siempre agradecida a Aspanoa.

– Seguro que nos seguimos viendo. Pero, mientras tanto, ¿algún mensaje para las familias?
– Quiero expresar mi admiración por la importante labor que realizáis los padres, por la infinita paciencia en el cuidado de vuestros hijos, mi agradecimiento por la confianza que habéis depositado siempre en nosotras y deciros que las médicos que van a seguir tratando a vuestros hijos son estupendas personas y profesionales. Estáis en las mejores manos.