Pensar en la Unidad de Oncohematología Pediátrica del Hospital Miguel Servet de Zaragoza sin la que ha sido su coordinadora durante 31 años resulta muy complicado. Pero es lo que va a ocurrir a partir de hoy, 18 de enero de 2022, cuando la doctora Carlota Calvo Escribano cumple 66 años y se jubila poniendo fin a su trayectoria profesional.

La doctora Carlota Calvo
Carlota Calvo se jubila después de tres décadas siendo la jefa de Oncopediatría del Servet. Foto: Asier Alkorta

Cuesta mucho retrotraerse a 1990, cuando una joven doctora Calvo llegó a una Unidad que estaba dando sus primeros pasos después de que la pusiera en marcha el doctor Pisón, quien fue uno de los fundadores y promotores de Aspanoa en 1988. Era la única médica de la Unidad y tenía por delante un trabajo ingente.

Esta entrevista mira al pasado, al presente y al futuro de la Oncología Pediátrica. Y es también una pequeña manera de agradecer a Carlota su trabajo durante estas más de tres décadas, porque por sus manos han pasado cientos de nuestros hijos, y será imposible olvidarla. Gracias por todo, doctora Calvo.

– ¿La vocación por la medicina te viene desde niña?

– Diría que desde adolescente. Cuando empecé a estudiar el Bachiller tenía claro que quería ir por ciencias, pero al principio estaba pensando en hacer Física. Luego ya en COU cogí Biología para hacer Medicina. Ser pediatra sí que es de vocación y ya desde cuarto de carrera fui residente de Pediatría en el Clínico. De hecho, el último año del MIR opté por la especialidad de alergología y mi primer trabajo como adjunta fue en el Hospital de Barbastro como pediatra con especial dedicación a la alergología.

– ¿Y cómo acabaste entonces en Oncopediatría?

– Fue completamente fortuito. En 1990 me dieron plaza en las oposiciones y al venir trasladada al Servet, lo primero que me dijeron fue: “Usted va a estar en Oncología”.


– ¿Así? ¿Tal cual?

– Así fue. Y dije que no me consideraba preparada para esta especialidad porque en mi residencia en el Clínico se veían casos muy puntuales. Entonces, les comenté que aceptaba lo que me tocara, pero le pedí al servicio que me formara previamente. Y aunque yo saqué la plaza para incorporarme en junio de 1990, negocié con la dirección y me fui a formar al Hospital Vall d’Hebron de Barcelona. Fue una época dura porque durante 6 meses trabajé de lunes a viernes en Barcelona y luego iba dos fines de semana al mes a Barbastro para ayudar a mis compañeros porque solo había tres pediatras y en pleno verano hacía falta personal.

– ¿Llegaste a conocer al doctor Pisón, que fue quien de alguna manera puso los cimientos de la Unidad?

– Lo conocí, pero nunca llegué a trabajar con él. Porque precisamente yo entré en Oncología porque su plaza se había quedado libre debido a que él había solicitado el traslado a Atención Primaria. En sustitución, habían puesto a otro médico, el doctor Hernández, que era neonatólogo, no le gustaba la subespecialidad y lo pasó mal. Es un excelente profesional y una grandísima persona, pero no era lo suyo y me recibió como agua de mayo.

La doctora Carlota Calvo se jubila
La doctora Carlota Calvo, tercera por la izquierda, en unas jornadas médicas organizadas por Aspanoa en el año 2000.

– ¿Cómo estaba la Unidad cuando llegaste?

– Me encontré que había unos pacientes, unos archivadores y poco más. No existía el hospital de día, la planta estaba compartida con otras especialidades (a veces cirugía, a veces pediatría general). El primer año estuve con el doctor Hernández, el segundo estuve sola y el tercero ya se incorporó la doctora Ana Carboné, que también se fue unos meses a formar a Barcelona.

– ¿Cómo hiciste para llevar la Unidad con tan pocos recursos?

– Eran otros tiempos. Había menos pacientes porque la incidencia del cáncer era más baja. Los adolescentes no los tratábamos nosotros, había leucemias que veían directamente los hematólogos, también algunos tumores cerebrales los operaban los neurocirujanos y nosotros no los veíamos… En fin, no estaba tan organizado y especializado como ahora. En mi estancia en Vall d’Hebron, aprendí cómo tenía que ser una Unidad como la nuestra. Era otra historia. Tenían ya seis adjuntos, un jefe…

– La Oncopediatría es una especialidad durísima. Ver a niños en una situación tan compleja y fallecimientos tiene que ser muy complicado de afrontar.

– Sí. A ver… Yo sabía desde el principio a lo que me enfrentaba. A los 10 días de estar en Vall d’Hebron, ya me di cuenta de qué iba esto. Pero es verdad que a perder a un niño no te acostumbras nunca.

– No obstante, la mejora de la supervivencia en estos 31 años ha sido espectacular, estamos ya en el 81%.

– Sin duda. Lo que pasa es que seguimos teniendo unos puntos negros muy importantes. Creo que mis ojos no verán, no ya trabajando sino como persona, el día en que se curen todos los pacientes de cáncer. Hemos avanzado en todos los tipos de tumores, pero en unos mucho más que en otros. Todavía tenemos tres o cuatro objetivos con mucho margen de mejora que son los pacientes metastásicos a diagnóstico -sobre todo los metastásicos de sarcomas y neuroblastoma-, así como algunos tumores cerebrales. En estos cánceres, aunque se ha mejorado, no ha sido suficiente. La supervivencia global está en el 81% debido a que algunos cánceres están prácticamente en el 100% y estos suben mucho la media frente a los tres o cuatro tipos de tumores donde todavía nos movemos entre el 50% y el 60%.

– ¿No lo verán tus ojos? ¿No conseguiremos una supervivencia del 100% a medio plazo?

– Por desgracia, creo que no. Porque, aunque los avances en investigación son muy importantes, todavía tenemos que aprender mucho sobre cómo es la evolución de la célula tumoral y su contexto, es decir, la interacción entre el tumor y el microambiente que lo rodea. Probablemente, en el futuro no solo haya que tratar la célula tumoral, sino también ese microambiente tumoral. Ya se empiezan a ver algunos fármacos que atacan ese contexto, pero nos falta bastante por conocer, en especial en los tumores más complejos.

Carlota Calvo, jefa de Oncopediatría del Servet, se jubila
Visita de los Reyes Magos de Aspanoa a la Unidad de Oncopediatría en el año 2004.

– ¿Te has llevado el trabajo a casa?

– Si te dijera que a las 3 de la tarde me voy a casa y ya no me acuerdo de nada, te mentiría. Lo que pasa es que también aprendes a gestionarlo un poco mejor. Depende mucho del carácter de cada uno. A veces la gente piensa que se involucra más el que más llora. Yo creo que eso son simplemente formas de expresarlo. Estar involucrada no tiene que ver tanto con la manifestación emocional que tú puedas hacer. Es difícil si eres oncóloga decir que fuera del trabajo eres otra persona. Te llevas siempre cierta preocupación, especialmente de los casos más difíciles. La desconexión completa no la consigues hasta que te vas de vacaciones más de 10 días y terminas centrándote en otras cosas sin estar en el día a día de la Unidad.

– Echando la vista atrás, ¿hubieras cambiado de especialidad?

– Cuando vives la oncología desde dentro, sabes de primera mano el sufrimiento que tienen los niños y las familias. Pero si miras el conjunto, la globalidad, también se pasan buenos ratos. Hay momentos de alegría, muchos niños se curan… La satisfacción profesional y personal de nuestra especialidad yo creo que es mayor que en otras unidades. Quizá nosotros perdemos más niños numéricamente, pero tenemos muchos más supervivientes con una buena calidad de vida. Me hubiera resultado más duro, por ejemplo, ser neuropediatra, donde los pacientes con una enfermedad grave quizá no fallecen con esa inmediatez, pero su calidad de vida durante ese tiempo es muy mala. A nosotros, cuando nos vienen niños ya curados que han cumplido 20, 30 o 40 años sentimos una satisfacción enorme.

– 31 años en el Servet. Se puede decir que la Unidad es en gran parte obra tuya.

– Fue el doctor Pisón quien la empezó, exigiendo que la oncología fuera una parte diferenciada de la pediatría y que tenía que haber médicos especializados. Lo que fue la fundación y la gestión de la Unidad fue un logro suyo. A mí me ha tocado desarrollarla junto con mis compañeras, uno solo nunca es capaz de conseguir los objetivos, como dice el refrán, “la unión hace la fuerza”.


– ¿Cuáles han sido los principales hitos que se han conseguido en estos años?

– Lo primero fue lograr el hospital de día. Al principio estaba en la sala de espera que está junto a las antiguas consultas. No era un lugar adecuado y lo subimos a la planta. Ahora se nos ha quedado pequeño, pero fue un salto importante contar con personal dedicado específicamente a ello. Otro fue que la enfermería estuviera dedicada en exclusiva a niños oncológicos, porque al principio era compartida. También conseguimos poner en marcha la sedación para hacer los procedimientos invasivos, que comenzamos a hacer antes incluso de que naciera la URPA. Por supuesto, conseguir las habitaciones de aislamiento fue un gran avance y otro hito de los últimos años ha sido subirnos al carro de los ensayos internacionales y el haber iniciado un camino en la investigación básica con el proyecto que coordina Julián Pardo.

Unidad de Oncopediatría Hospital Miguel Servet
Carlota, Ana, Begoña, Carmen y Ascen, en la Unidad de Oncopediatría del Servet en el año 2017.

– ¿Qué necesidades tiene ahora la Unidad?

– Lo más urgente es contar con un hospital de día nuevo. Se ha quedado pequeño y no cumplimos con ningún estándar de confidencialidad e intimidad. La dirección es consciente y está pensando qué hacer, pero las soluciones no son buenas porque al hospital le falta espacio. Hay que moverlo de sitio, no tiene sentido que un hospital de día esté en la planta de hospitalización. Hay que sacarlo y que tenga un acceso desde la calle, con un mayor horario, incluido sábados y festivos. Pero eso requiere más personal y es complicado.

– ¿Qué ha significado Aspanoa para vosotras?

– Esta Unidad le debe mucho en su desarrollo a Aspanoa. En parte ha ido creciendo con los impulsos que le ha ido dando la Asociación. Casi todos los facultativos de la Unidad temporalmente estuvieron becados por Aspanoa hasta su contratación por el SALUD. Y luego la apuesta de Aspanoa por la mejora de la tecnología y el confort, las obras que se han hecho en la planta, en el hospital de día, la URPA o ahora las consultas han sido fundamentales. Sin Aspanoa detrás, todo esto no hubiera sido posible. Y lo mismo con la investigación. Sin su impulso, la Unidad no hubiera podido empezar a investigar. Para Aspanoa no tengo más que agradecimiento, lo diré ahora y siempre, porque es así. De hecho, otras especialidades del hospital nos tienen cierta envidia en el buen sentido. Asociaciones hay muchas y no todas tienen la misma capacidad de movilizar que Aspanoa.

– La doctora Ana Carboné se jubilará también pronto. ¿Se queda la Unidad en buenas manos?

– Sí. Hemos ganado mucho porque en estos últimos años hemos conseguido que la bolsa para sustituciones esté perfilada, así como las plazas en futuras OPEs, es decir, que cuando salga la plaza el profesional que la solicite deberá cumplir un mínimo de formación y experiencia. Ha sido muy importante que Aspanoa haya becado a jóvenes profesionales, como Yurena Aguilar o Alba Fernández, para que siguieran formándose en esta especialidad. No es seguro que se vayan a quedar ellas porque esto depende de los méritos acumulados y va por puntuación, pero es vital contar con una cantera de profesionales que sin duda lo van a hacer bien. De todas formas, no olvidemos que nuestra Unidad necesita cinco médicos y que, ahora mismo, aunque hayamos estado cinco últimamente por las becas de Aspanoa, oficialmente solo hay cuatro plazas. En cualquier caso, las personas que ya están, las doctoras Ascensión Muñoz y Carmen Rodríguez, son capaces de llevar la Unidad adelante. Y las que vengan sin duda estarán formadas porque la bolsa está perfilada. Las familias pueden estar absolutamente tranquilas.

– ¿Qué harás ahora?

– Bueno, el primer mes va a ser un poco de vacaciones, y luego tendré que reubicarme un poco. Viajaré un poquito si la pandemia me lo permite porque tengo sobrinas viviendo fuera. Una de ellas reside en Suiza y va a dar a luz en marzo, así que aprovecharé e iré a conocer al nuevo sobrino. Viajaré más, haré más deporte, leeré más…

– ¿Te vas satisfecha con el trabajo realizado?

– Está mal decirlo, pero yo creo que sí. Una se da cuenta de cómo ha hecho las cosas por lo que opinan los demás. Y yo, en los últimos meses, cuando ya tenía muy claro que me iba, he ido diciendo a los pacientes y a las familias que me jubilo y la realidad es que no recibo más que felicitaciones por mi jubilación y muchas muestras de agradecimiento. Sin lugar a duda, como todo el mundo, habré hecho cosas mal y podría haber hecho más en otras. Pero en general sí me voy satisfecha. Creo que he sido una persona honesta en mi trabajo y que ha dado todo lo que ha podido dar.

El equipo de Oncopediatría del Servet en el año 2021
También a través de la mascarilla puede observarse la felicidad y el orgullo por el trabajo bien hecho. ¡Gracias por todo, doctora Calvo! Foto: Asier Alkorta