La enfermera Begoña Unzueta acaba de jubilarse después de 24 años en la Unidad de Oncopediatría del Hospital Infantil Miguel Servet. Durante este tiempo ha atendido a cientos de nuestros niños, siempre con una empatía especial y una sonrisa de oreja a oreja. Será imposible olvidarla y, como un pequeño agradecimiento, desde Aspanoa hemos querido entrevistarla para darle las gracias de parte de todas las familias afectadas.
Empecemos por el principio, Begoña. ¿Por qué decidiste ser enfermera?
Desde pequeña, cuando me preguntaban qué quería ser de mayor, yo respondía que quería cuidar a niños. La infancia siempre ha sido mi vocación y luego, conforme fui creciendo, tuve claro que quería ser enfermera. Estudié aquí, en la Universidad de Zaragoza. Curiosamente fui la última promoción de ATS. Luego la carrera se convirtió en Diplomatura y ahora ya se ha hecho Grado.
¿Empezaste a trabajar directamente en el Infantil?
No. Llevo trabajando 42 años y al principio empecé en Traumatología, en el Hospital Miguel Servet, en adultos. Por aquel entonces no te dejaban elegir destino. Hice la especialidad de Pediatría en la Facultad porque quería pasarme al Infantil y después de 9 años en Trauma sacaron bastantes plazas y lo conseguí. Entré en el Servicio de Lactantes, con los más pequeñajos, donde estuve otros 9 años, y luego me incorporé a Oncopediatría por accidente.
¿Por accidente?
Sería el año 1999. Hicieron una reestructuración importante del Hospital y como era la última en haberme incorporado a Lactantes me tocó a mí irme a Onco. La verdad es que al principio me llevé un disgusto terrible. Yo estaba muy bien con mis pequeños y aquí me imaginaba que iba a ser todo diferente, más complicado de llevar. Pero, mira tú por dónde, ahora creo que es lo mejor que me pudo pasar en la vida. Yo aquí he crecido muchísimo como persona y como profesional. He estado 24 años y aunque he tenido la posibilidad de irme a un centro de salud para estar más tranquila, he preferido quedarme aquí hasta mi jubilación.
Cuando llegaste ya estarían otras profesionales “míticas” de la Unidad, ¿no?
Sí, sí. Estaban ya Carlota Calvo, Ana Carboné, Pilar Aisa, Carmen Latorre… Primero fui enfermera de Planta y después, estos últimos 12 años, enfermera del Hospital de Día. Prefiero la ‘Sala rosa’ porque es muy distinta. Me refiero a la relación con los niños y con los padres, porque vienen más contentos, no están tan malitos… Se pasa menos mal.
¿Cómo has afrontado esos momentos más complicados?
Es muy difícil. Hay momentos malos, malísimos, porque empatizas mucho con los niños y con las familias. Yo he tenido niños que no voy a olvidar en la vida, porque han sido como mis hijos. Pero estar aquí también te aporta otras cosas. Hay que agarrarse a todos los que se ponen bien, que cada vez son más. Cuando te los encuentras por la calle tan guapos, tan altos y con sus carreras te hace una ilusión tremenda. Es quizá lo más bonito, lo que más te anima, lo que te hace ver el fruto de tu trabajo.
¿Ha cambiado mucho vuestro trabajo en estos 24 años?
A nivel de Enfermería, no demasiado. Sí que hay procedimientos y maneras de trabajar que han ido variando, mejorándose, pero el trabajo con los niños y las familias en esencia es el mismo. Me lo he pasado muy bien con ellos, haciendo mucho el payaso, intentando sacarles una sonrisa pese a que aquí vienen a ponerse el tratamiento.
¿Qué ha significado Aspanoa para ti?
Sois un gran pilar, creo que ayudáis mucho a las familias, y que si no fuera por vosotros seguramente muchas cosas no las habríamos conseguido. Me refiero a mejoras para la Unidad que son muy importante para los niños. Sois muy buenas personas y, sin duda, Aspanoa debe seguir haciendo la labor que hace, porque es maravillosa.
¿Qué vas a hacer ahora, además de disfrutar de tu nieto?
Tendré que aprender a vivir sin venir a trabajar. Me apuntaré a actividades que me gustan, como andar, ir a la montaña o viajar. Me gustaría haberlo podido hacer con mi marido, que desgraciadamente falleció hace dos años y medio de un cáncer. Pero bueno, me iré con mis compañeras y con el primero que me diga que se va de viaje. Y por supuesto disfrutaré de mis tres hijas y de mi nieto, que ya tiene 6 años.
¡Cómo te vamos a echar de menos, Begoña!
He intentado ser una profesional cercana, hacer el trabajo lo mejor que he sabido y he procurado que a los niños les doliera lo menos posible. Yo también os voy a echar de menos, sobre todo la interacción con los niños y el cariño que dan. Pero bueno, seguiré viniendo de vez en cuando a saludar, claro. Estoy agradecida porque tengo la suerte de haber trabajado en lo que me gusta, y estar en Oncopediatría ha significado para mí un crecimiento continuo gracias al trato con los niños y con los papás. Tanto con los que están bien como con los que se nos han ido. Os voy a llevar siempre en mi corazón. Y si nos cruzamos por la calle, saludadme. Me hará mucha ilusión.